Khuno Tinkuta: el glaciar encantado



Soledad a cinco mil metros, nieve virgen, montañas aún sin bautizar, rutas sin nombre: los Andes bolivianos.

Desde la Paz, en hora y media se llega a Pampalarama, una laguna resguardada por ejércitos de llamas y un circo de nevados. 


Dos, tres horas de caminata a través de paisajes de cuento de hadas, sin señales de haber sido hollados por el hombre -que sólo es una anécdota sin importancia en la inmensidad andina-y por fin...


... el glaciar de Khuno Tinkuta, una escalera blanca hacia el cielo. Una nieve pura y crujiente, que conduce al montañero hacia sucesivas cimas falsas, incitándole siempre a seguir subiendo, sin dejarle ver jamás cuál es el final del camino.


De repente, en lo alto del glaciar, la niebla. El mundo desaparece. Quedan el montañero y sus últimas huellas. No hay sonidos. Sólo frío, viento y silencio. Así debe ser la muerte. Poco después, cuando sus compañeros le alcanzan, el montañero siente la misma emoción que Robinson Crusoe al encontrarse con Viernes, esta vez en uno de los techos de la Tierra.



El glaciar Khuno Tinkuta es un rincón mágico, místico, de una hermosura sobrenatural, un lugar en el que el hombre tiene, por una vez, la oportunidad de encontrarse consigo mismo.



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