Es sábado, Semana Santa de 2015. Buscando un clima más cálido, las familias de La Paz huyen de la ciudad -cuyo centro histórico se encuentra a 3.600 metros sobre el nivel del mar-. La carretera, que corre en paralelo al valle del Choqueyapu, desciende casi mil metros hasta Río Abajo. La diferencia de clima y oxígeno en la atmósfera es claramente perceptible. En La Paz, respirar es complicado, y el recién llegado tiende a boquear como un pez que acaba de caerse la pecera.
En el menú del restaurante, platos bolivianos. Es Semana Santa, y predomina el pescado: trucha a la mantequilla, a la diabla y chicharrón de surubí -un gigantesco pez amazónico-. Pero el plato favorito de los comensales es una olla similar a la que Panoramix utilizaba para preparar la poción mágica de Astérix y los galos. La olla, que preside casi todas las mesas, contiene un mejunje explosivo que mezcla todo tipo de carnes y tubérculos.
De repente, una aparición. La música suena: la canción, "linda cochabambinita". Es un grupo ambulante de bailarines, que se gana la vida bailando de restaurante en restaurante. El baile, una representación del cortejo masculino, es alegre y hermoso.

Pronto, los bailarines buscan la complicidad de los comensales y componen un tierno y conmovedor cuadro de danza. La alegría de lo sencillo penetra en el restaurante como un soplo de aire fresco, y al poco tiempo se va con la misma discreción con la que llegó. Las ollas siguen removiéndose. Y los paceños buscadores de sol se sienten ahora un poco más felices.

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