El monigote colgado en la farola contiene una advertencia inequívoca: el castigo por robar en ese barrio será la muerte, y el ladrón será ejecutado por los propios vecinos.
En el cartel: "Ladrón pillado será quemado" |
En la Bolivia rural -que incluye los suburbios de las ciudades- este tipo de justicia, popularmente conocido como comunitaria, se cumple a rajatabla. Todas las semanas, los periódicos bolivianos publican al menos una noticia al respecto: un ladrón linchado, un violador asesino enterrado junto a su víctima, un homicida quemado vivo... La policía no interviene con demasiada energía, por miedo a los propios vecinos.
Cartel pegado a la entrada de un centro comercial |
Aquel que infringe la ley es castigado sin contemplaciones. El boliviano, especialmente el andino, es una persona tranquila y pacífica; sin embargo, cuando se desata la cólera colectiva, la muchedumbre se vuelve incontrolable. Bolivia es un país en el que el mismo Gobierno admite la corrupción e ineficacia del Poder Judicial. Por ello, la justicia comunitaria -que probablemente llegó con los primeros bolivianos desde las estepas asiáticas, y está emparentada con la antiquísima ley del Talión- resulta la mejor garantía de la paz social.
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