Mennonitas, perdidos en el tiempo


Los mennonitas han encontrado un camino secreto para evitar el paso del tiempo. 

Me encuentro en la Colonia mennonita Nueva Esperanza, también conocida como Colonia 45, a una hora de San José de Chiquitos, en el Oriente boliviano. Este viaje responde a una promesa que me hice no mucho tiempo atrás.



Converso con Enrique, mennonita de unos sesenta y cinco años, en el porche de la casa que ha construido con sus propias manos. El diálogo no es fácil -no habla bien el español, ya que el idioma de los mennonitas es una variante antigua del alemán- y se nota que no está acostumbrado a mantener conversaciones de tipo social con extranjeros. Dos de sus nietas -tiene 37- se asoman para observar al extraño, y Enrique les hace regresar al interior de la casa con una voz seca.

Porche de la casa de Enrique

Enrique llegó a Bolivia procedente de México, cuarenta años atrás, con un juego de maletas. Otros mennonitas vinieron con él, y algunos más llegaron desde Belice. En la Chiquitanía encontraron tierras en las que trabajan sin descanso, y una paz social que les permite vivir tranquilos en sus comunidades, de acuerdo a sus creencias. 



Me despido de Enrique y recorro la colonia mennonita, cruzándome con carretas de caballos y hombres vestidos con "overall". Dudo si todavía estoy en el siglo XXI. En el "centro comercial", donde acuden chiquitanos a comprar y se concentra la distribución de lácteos, puedo conversar más relajadamente con otros mennonitas. A sus ojos no soy una amenaza, pero tampoco parecen comprender del todo cuál es mi propósito al querer conocerlos, ni mi curiosidad. 

 Centro comercial de la colonia 45


Los habitantes de la Chiquitanía me explican que los mennonitas siguen manteniendo comunidades fuertes y cerradas, pero añaden que cada vez van abriéndose más al mundo exterior. Veo mennonitas en la carretera, en el casco urbano de San José y también en Santa Cruz; incluso me encuentro con un ex mennonita que conduce una motocicleta. Me explican que algunos "menonos" se enamoran de las bolivianas y abandonan por ellas su estilo de vida y sus comunidades. El amor, el motor del cambio siempre es el amor.

 Mennonita en San José

Ex Mennonita 

El mundo cambia y las civilizaciones se mueven sin descanso. Mientras tanto, en mitad de esa vorágine, los mennonitas continúan aferrados a un tiempo que no existe, esquivando el ritmo de la Historia. 


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