La puerta secreta de la Amazonía


Hay lugares que te pillan desprevenido y te roban el corazón.


Trinidad, la capital del departamento de Beni, en la Amazonía boliviana, es un prodigio de luz. Desde que aterrizo en el pequeño aeropuerto Teniente Jorge Henrich Arauz, siento el impacto verde, brillante y caluroso del desconocido Oriente boliviano. Cuando el mundo piensa en Bolivia, suele imaginar Andes, ponchos y llamas. Pero esta otra parte del país, la llanura oriental, es uno de los secretos mejor guardados de América del Sur.  

Desde el taxi que me lleva del aeropuerto a la ciudad, veo un parque municipal en el que caminan libres ¡un tapir! y un ciervo de los pantanos.  Después me comentarán que incluso ha acogido alguna anaconda... En ese instante, empiezo a darme cuenta de que estoy entrando en un mundo diferente.

        

Trinidad es una ciudad del lejano oeste  americano a las puertas de la Amazonía, donde cientos de motocicletas han sustituido a los caballos. Sus casas son bellas, frescas y de estilo colonial, y están afectadas por una humedad crónica.



El Beni sería un paraíso indiscutible si no fuese por las inundaciones que sufre de forma cíclica e irremediable. Su relieve, una planicie inmensa, hace que los ríos se desborden con facilidad, anegando cientos de kilómetros a su paso. Desde que el hombre llegó a estas llanuras, ha intentado detener el agua, bien creando zonas elevadas de cultivo, parientes lejanas de las pirámides, o bien creando lagunas artificiales que los ingenieros del presente tienen dificultades para replicar. No ha habido forma de contener las inundaciones.

Laguna Suárez
La parte positiva de las inmensas llanuras húmedas de Beni es que proporcionan inagotable alimento para el ganado vacuno, introducido en la región por el fundador de Trinidad, un jesuita español llamado Cipriano Barace. La ciudad, capital ganadera desde entonces, tiene entre sus habitantes a cowboys contemporáneos que viajan en avioneta para pastorear sus vacas. Es una tierra más salvaje y virgen de lo que uno podría imaginar. Me cuenta un empresario español, que construyó carreteras para comunicar Trinidad con el mundo, que todavía en los últimos veinte años del siglo XX los indígenas atacaban a los constructores con flechas venenosas.
Catedral de Trinidad
El inicio del siglo XXI tampoco ha sido benevolente con Trinidad. En 2013, unas violentas inundaciones arrasaron el Beni, convirtiendo su capital en una isla amurallada en la que se amontonaban los sacos terreros para contener desesperadamente el avance del agua. Las inundaciones son y serán la maldición que acompaña a la belleza de esta tierra.

Chicharrón de lagarto
Pese a todo, Trinidad tiene un encanto auténtico e incuestionable, que se percibe mientras se pasea por sus calles o se degustan los exquisitos chicharrones de lagarto (cola de caimán). A pocos kilómetros de la ciudad se encuentran la laguna Suárez, construida por "los antiguos" (los indígenas originarios), y también Puerto Varador, sobre el hermoso río Mamoré, que invita a navegar hacia lo desconocido, el corazón de una Amazonía misteriosa que se pierde en el horizonte entre la realidad y el sueño...una Amazonía, la boliviana, de la cual Trinidad es la puerta secreta.





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