La playa de los delfines


Hay veces en las que una conversación casual, incluso una simple frase, motiva un viaje inolvidable.



-Hay una playa en la que los delfines se acercan si cantas en el agua. 

Quien me habló por primera vez de Pipa fue Álex, una azafata que planeaba pedir un año de excedencia para pasarlo allí  junto a su hija pequeña. No sé si Álex cumplió su sueño, pero en cualquier caso me regaló uno. Por si acaso lees esto, gracias por descubrirme Pipa. 



Cincuenta años atrás, Pipa era una aldea de pescadores. Primero vinieron los surfers y los bohemios, y poco a poco se fue convirtiendo en un refugio para quienes elegían otra forma de vivir.  




El Nordeste brasileño era hasta no hace mucho un feudo casi exclusivo de terratenientes de caña de azúcar y, en la zona de Pipa, muchos de sus esclavos se escaparon para formar comunidades llamadas quilombos. Mientras recorro los caminos de tierra flanqueados de azúcar, es fácil descubrir las huellas de aquella época no tan lejana. 





La Pipa  de hoy es una tierra de sueños cumplidos, de personas que decidieron (y pudieron hacerlo) vivir junto al mar, en una playa remota, acompañados por los "golfinhos" y por los peces-buey (manatíes) de la laguna de Araraquara, también conocida  como la "laguna de la coca-cola" por su color.


Entro en la playa de la que me habló Álex. No veo delfines. Canto sin mucha convicción, y al cabo de un rato empiezo a creer que he sido víctima de una leyenda. Y, cuando me olvido del asunto y me dedico a disfrutar de las olas de este Atlántico inolvidable, distingo tres aletas que se acercan.

Ahí están.
 

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