La plaza inagotable: Djemaa al Fna

La Plaza Djemaa al Fna, en Marrakech, es la materialización del Aleph de Borges.



Es un lugar que a la vez es mil lugares, que se metamorfosea minuto a minuto según la luz y la hora del día. En una esquina de la Plaza, desayuno té y  pan fresco con yogurt observando cómo el Aleph se despereza en una algarabía de carromatos y tenderetes en construcción, zumos de naranja y miles de objetos que abastecerán el zoco de las calles adyacentes. 



Después vendrán las comidas, los titiriteros con sus monos y los encantadores de serpientes; médicos, magos y charlatanes que conducirán a la Plaza hasta la noche embrujada de la Medina.    



Djemaa al Fna bombea vida por las arterias de Marrakech, sangre con olor a especias y un remoto aroma a cuero de animal que proviene del zoco de los curtidores. 

 

Más allá de la Plaza, nada como extraviarse por el laberinto de callejas, en el que se pierde la noción del espacio, tiempo y época, para sumergirse en Marrakech, la hermosa, la de la voces de Elías Canetti. 

Marrakech. La ciudad en la que Borges hubiese situado el Aleph si se hubiese sentado, por ejemplo, en el Café de la France, y hubiese pasado un día observando la Plaza entre las Plazas.  

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