Menonitas en el trópico



Como si hubiese sido embrujado por un hechizo de tiempo, de repente aparece ante mí un niño menonita. 

Estoy en Santa Cruz de la Sierra, la ciudad más poblada de Bolivia, y esta súbita aparición me inquieta y me intriga. 

Mientras me desplazo por los anillos cruceños, continúo encontrando menonitas que caminan entre el tráfico como espíritus de otra época, vendiendo sin intermediarios lo que producen (principalmente derivados de la leche), y me pregunto por qué hay comunidades que deciden bajarse del tren de la historia. 





Los menonitas -conocidos popularmente por sus "representantes" en Norteamérica, los amish- son un colectivo religioso que interpreta la Biblia como palabra de Dios (a semejanza de lo que hace el Islam con el Corán). Su líder original fue el sacerdote Menno Simons, y son originarios de los Países Bajos y Alemania. 


Es muy probable los menonitas hayan sido una de las comunidades más perseguidas de la Historia. Después de vivir una época en la parte de Prusia que hoy pertenece a Polonia (el delta del Vístula, en los alrededores de lo que hoy es Gdansk y antes fue Danzig), comenzaron un largo éxodo mundial llevando consigo sólo su fe y su idioma, que han mantenido hasta hoy: el Plautdietsch o Plattdeutsch, una mezcla de alemán antiguo y dialectos que fueron incorporándose durante su peregrinación por el mundo -en especial Ucrania, Canadá, EE.UU. México, Paraguay y Bolivia-.


Los menonitas llegaron a Bolivia hace más de medio siglo, invitados por el Gobierno de Víctor Paz Estenssoro para colonizar las tierras vacías del departamento de Santa Cruz, y desde entonces subsisten dedicados a la agricultura y la ganadería. Se calcula que en Bolivia existen 57 colonias, con una población estimada de 60.000 habitantes, aunque no hay cifras fiables. 


Pregunto por ellos a los cruceños y rápidamente compruebo que, siendo los menonitas son una comunidad tan misteriosa y cerrada, no es extraño que generen todo tipo de leyendas. Todo el mundo coincide en que sólo los hombres hablan con los bolivianos (aunque los "menones" también lo son, los locales siguen considerándolos extranjeros) mientras que las mujeres, que siempre caminan detrás del hombre, no conversan con ningún extraño. Según los cruceños, son trabajadores hasta la extenuación, y terriblemente reservados. 

           

Juan Pablo me explica que ha llevado en su taxi alguno de los menonitas originales, ya muy mayor, que le ha contado cómo huyeron de México, donde eran perseguidos (no es difícil que esto ocurra, ya que los "menones" rechazan el uso de las armas, lo que les hace terriblemente vulnerables). También afirma que no hace mucho tiempo, un menón se atrevió a transgredir las leyes de su comunidad, y pasó un tiempo enjaulado en un lugar público a la vista de todos, como en la Edad Media.


Le pido que me lleve a la calle 6 de agosto, donde llegan los menonitas para abastecerse e intercambiar productos. Paseo entre los "menones", que apenas se relacionan con los locales, observándolos con disimulo mientras escucho su idioma, que ya tiene casi tanto de inglés como de alemán antiguo. Los menonitas van adaptándose a los tiempos. Pese a que su vestimenta es uniforme, se desplazan en automóviles e incluso en avión, aunque aún se resisten a los teléfonos móviles, el tótem de la modernidad.

Observo sus rasgos: son polacos y holandeses, genéticamente puros. No soy capaz de hablar con ellos, porque intuyo que que no podré atravesar en frío su aura de aislamiento. Me prometo que regresaré a sus comunidades de la Chiquitanía, no lejos de Santa Cruz, y romperé esa barrera para tratar de desentrañar los enigmas de los "hijos de Menno", que han atravesado siglos y continentes sin ser descifrados. 


2 comentarios:

  1. Curioso, a mi tambien me hubiera sorprendido, no sabia que habia menonitas en Bolivia.

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  2. en paraguay vivem 100.000 menonitas en 19 colonias

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