Nadando entre delfines rosados en el Yacuma


Nunca olvidarás el día de hoy  -dice Jaime- Acabas de nadar entre delfines, cocodrilos y pirañas.

Jaime es nuestro guía y barquero en el descenso del río Yacuma -departamento de Beni, Bolivia-. En su pequeña lancha a motor surcamos las aguas de chocolate, contemplando decenas de tortugas, yacarés y enormes caimanes, que toman el sol en la orilla o se adentran en el agua en nuestra busca. 



Desde la ribera también nos contemplan curiosas las capibaras -los mayores roedores del mundo-, los traviesos monos ardilla y los escandalosos monos aulladores. Nos dejamos fascinar por las aves gigantescas, garzas blancas y negras, y también por los enigmáticos sereres, y nos rendimos ante el majestuoso jabiru, el devorador de anacondas. 
Capibara
Serere
Garza negra
Mono ardilla
Y, de repente, un destello rosado en el río. 
Bufeo
El delfín de río, también conocido como bufeo, es uno de los animales más singulares y hermosos del mundo. Más tímido que el delfín marino y menos propenso a las piruetas, sólo existe en las regiones amazónicas. Es un animal mágico, protagonista de innumerables leyendas, en las que se transforma en hombre (según los habitantes de la Amazonía) o mujer, según antiguas leyendas de conquistadores, que los equiparaban a enigmáticas sirenas de río. 

Llegamos a un remanso en el que  los delfines comienzan a aparecer y a rodear nuestra embarcación, y siento un deseo irresistible de lanzarme al agua. Según Jaime, el delfín es el rey del río, y ahuyenta a cocodrilos y pirañas. No tengo muy claro que las palabras del barquero sean ciertas, pero mi instinto me indica que no va a pasar nada... y salto. Consigo hacer pie a ratos en el fango del fondo, y no veo nada a mi alrededor, pero no siento miedo. Después de un instante de adaptación, me convierto en otro miembro de la fauna del Yacuma.   

Nado mientras los bufeos pasan a mi lado y juguetean tímidos, rozándome las piernas (y después, al ver las fotos, descubro que también estoy nadando con caimanes) No recuerdo haber sentido jamás esta comunión con la naturaleza: es un nuevo bautizo, un impulso hacia otra parte de la vida. Los delfines aparecen y desaparecen, y el sol brilla en los matices rosáceos de su cuerpo. Tal vez haya caimanes a mi alrededor, pero siento que los bufeos me protegen. Muy a mi pesar, debo abandonar las aguas del Yacuma para que podamos seguir el camino.

Pero,  como bien dice Jaime, nunca podré olvidar este día, y ya nada volverá a ser lo mismo.

pd: un agradecimiento especial a Gabriel Barceló, compañero de expedición y uno de los mejores fotógrafos del continente, por dejarme utilizar sus fotografías.

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