Alasitas, milagros en miniatura en La Paz



Las alasitas son deseos en miniatura. Cada mes de enero, las calles de La Paz se llenan de tenderetes que venden ilusiones y sueños, o más bien pequeños milagros. 

Alasitas

Pasado el fervor católico de la Navidad, resurge la fe indígena, que se ha mantenido viva a través de los siglos. En La Paz, al igual que en gran parte del Occidente boliviano, coexisten pacíficamente el cristianismo que trajeron los españoles y las creencias de civilizaciones cuyos orígenes se pierden en la noche de los tiempos. Las alasitas, el ekeko y los yatiris pertenecen a esa fe milenaria.

Vendedoras de alasitas

Para acudir a la feria de alasitas, sólo tienes que tener claro cuál es tu deseo, y comprar la miniatura correspondiente para que éste se materialice a lo largo del año. Hay miniaturas para todo: el único límite es la imaginación de las "caseritas" que las venden. Dinero. Autos. Camiones. Autobuses. Casas. Pasaportes para viajar. Tiendas de abarrotes. Chalets. Sacos de arroz. De harina. De azúcar. Herramientas de trabajo. Certificados de buena salud. De matrimonio. De divorcio. Títulos universitarios. Carnets de conducir. Incluso bebés.

Alasita de divorcio
Alasita de cancelación de hipoteca


Alasitas de dólares

El mundo de las alasitas tiene dos acompañantes inexcusables: el ekeko y los yatiris.

El Ekeko

El ekeko es un dios de la suerte, la fecundidad y la abundancia, con un remoto pasado andino, a quien el paso de los años ha convertido en un mestizo con bigote cargado de alasitas. Para conseguir su bendición hay que situarlo en un lugar preferente de la casa y ofrecerle cigarros (que hay que colocar en su boca abierta para que fume) o dinero: él se encargará de traer la suerte o, si se ofende, la desgracia.

Ekekos entre las alasitas

Los otros grandes protagonistas de las alasitas son los yatiris: brujos, curadores, magos y sacerdotes, emparentados  con los chamanes centroasiáticos y los brujos indios de Norteamérica.

Yatiri en alasitas

Agazapados entre millones de alasitas, los yatiris se ofrecen para "limpiar" el mal de las personas, darles suerte y leer el futuro, provistos con un arsenal de hojas de coca, alcohol para "challar" (dar de beber a la madre tierra, la Pachamama), el caparazón de un quirquincho (el armadillo andino) y un pequeño hornillo para incorporar el fuego a los rituales. Un erudito paceño me cuenta que las letanías que musitan algunos yatiris son viejas oraciones católicas en latín, deformadas por el paso del tiempo: otra muestra del excepcional sincretismo del Altiplano boliviano. 

Me asalta la curiosidad sobre cuánta gente en La Paz cree en las alasitas, el ekeko y los yatiris, y pregunto aquí y allá, a blancos, mestizos e indígenas, jailones (pijos) y gente humilde. Y me sorprendo al saber que todos, en mayor o menor medida, creen en ellos y ninguno se burla de la suerte... Por si acaso.

Ésa es La Paz. Mestiza como pocas, espiritual como ninguna. En esta ciudad, a 3600 metros sobre el nivel del mar, he encontrado una nueva forma de vida, el surrealismo mágico.

Al fin y al cabo resulta lógico. ¿Cómo no creer en los milagros cuando se vive tan cerca del cielo?




2 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

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  2. Me han regalado un ekeko y la verdad q no me van muy bien las cosas desde que me lo regalaron.

    No le e puesto los cigarrillos q dicen q hay que ofrecerle.

    Me podrian decir que puedo hacer para regalar?

    Un saludo.

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