Bolivia tiene una historia oscura y poco conocida más allá de sus fronteras: la de un brutal apartheid racial y económico entre la oligarquía criolla y las mayorías étnicas originarias, especialmente aymarás y quechuas.
En "Raza de Bronce", novela que pronto cumplirá cien años, Alcides Arguedas dibujó para la posteridad un retrato inolvidable de ese apartheid. Arguedas narra la historia de una pareja de campesinos aymarás, Agiali y Wata Wara, que sobreviven a duras penas junto al lago Titicaca. Tanto ellos como el resto de su comunidad deben sufrir en silencio los abusos del patrón, el criollo Pantoja, hasta que una tragedia hace que la rebelión de los oprimidos sea inevitable.
Arguedas utiliza un lenguaje decimonónico, demasiado barroco para el gusto de nuestros días, aunque hermoso y muy descriptivo. En Raza de Bronce, la trama es una excusa para explorar los dos mundos que convivían en Bolivia un siglo atrás: el de los indígenas, en este caso aymarás, que son los verdaderos protagonistas de la novela, y el de los criollos.
El escritor actúa, o pretende hacerlo, como juez imparcial, dando voz a las dos partes, aunque finalmente se decanta por los oprimidos, al introducir algo parecido a un alter ego, el poeta Suárez, un criollo que aboga por los originarios. Es de agradecer que Arguedas no caiga en los tópicos de los criollos malvados sin dobleces o del buen salvaje inocente. El autor no dulcifica nada: ni la crueldad del patrón ni las vilezas cometidas por los originarios.
Tal vez lo más sorprendente de la novela de Arguedas es que todavía quedan retazos del escalofriante mundo que describe. En la Bolivia del siglo XXI este apartheid ha disminuido por la llegada al poder de un indígena, Evo Morales. Aun así, el lago Titicaca que describe el escritor no es tan distinto del que hoy encuentra el viajero, y entre el mundo retratado por Arguedas y el actual tan sólo hay dos generaciones de distancia.
Raza de Bronce es una novela imprescindible para comprender una Bolivia tan mágica como oscura y desconocida, donde el tiempo tiene otro ritmo y la Historia empiezan hoy a escribirla quienes ayer fueron los perdedores.
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