Amanecer en la Plaza Roja

Antes del amanecer, camino solo por la Plaza Roja de Moscú. 



Son las 5.30 de la mañana de un día de octubre. Hace frío, pero no llueve; el día será soleado. He llegado corriendo, en ropa de deporte, y al entrar en la Plaza aspiro una bocanada de Historia.

A mi derecha, el Kremlin y el mausoleo de Lenin. Al frente, la catedral de San Basilio, fantasía de cúpulas y colores. A mi izquierda, el centro comercial GUM: nuevas épocas, nuevas realidades.

La Plaza Roja entró en la retina de la Humanidad durante la Guerra Fría. La televisión nos mostraba imágenes de desfiles inacabables en esta misma Plaza, destinados a mostrar al mundo el poderío militar de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.


En realidad, la plaza es mucho más pequeña de lo que uno se imagina. Es hermosa y armónica, pero no es la explanada gigante que se veía desde Occidente; las cámaras jugaban con la perspectiva para engañarnos. Doy una vuelta corriendo alrededor del inmenso Kremlin, dejando a mi izquierda el río Moscova, para después regresar a la Plaza.


De repente, amanece.


Poco a poco, nuevas personas aparecen con la luz: este amanecer me hace sentir escalofríos, porque tiene un significado mucho más profundo que la llegada del sol. Como pocos, este amanecer quedará ligado por siglos a la idea de la URSS, al comunismo, a aquella utopía desmoronada cuyos símbolos se resisten a desaparecer.   


1 comentario:

  1. Muchas gracias por tu comentario, y muy buenas las fotos de tu experiencia. Un abrazo.

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