Blanco nocturno, de Ricardo Piglia



A menudo tengo la sensación de que las grandes editoriales y los premios están haciendo daño a la literatura.


Ésa es la reflexión que me queda después de leer Blanco nocturno, de Piglia. Se trata de una novela bien ambientada en algún lugar del interior de Argentina, con un arranque esperanzador, apoyado en varios personajes vigorosos: Tony Durán, un mulato americano en torno a cuyo asesinato gira la trama (con una inspiración clara en "Crónica de una muerte anunciada"), las gemelas Belladona y el comisario Croce, un Sherlock Holmes argentino bien construido. Los dos primeros tercios del libro tienen ritmo y calidad, enganchan al lector y lo introducen en el alma del campo argentino. 

Y, de repente, algo ocurre.

Piglia parece haberse cansado de escribir. Se enreda en un baile de protagonistas, olvidándose de los brillantes actores iniciales y dando paso a otros secundarios sin garra. Abandona el estilo vibrante del comienzo y coquetea sin éxito con algo parecido al realismo mágico, para acabar ofreciendo un final anodino y mal resuelto.

Terminé la novela enfadado y decepcionado por ese pésimo giro de la trama, tratando de entender por qué Piglia había descarrilado. Al leer el reverso del libro, descubrí que había recibido el Premio Nacional de la Crítica en 2011, lo que me hace pensar dos cosas, no necesariamente incompatibles. 

Una, que los premiadores habían exigido a Piglia una mayor longitud de la novela (el que a estas alturas no crea en el amaño de la abrumadora mayoría de los premios literarios es un ingenuo) y el autor se había visto forzado a desarrollar una subtrama artificial. 

Dos, que Piglia fue prisionero del premio y quiso introducir en la novela elementos "brillantes" que, por desgracia, terminan sepultándola en la vulgaridad.

Conozco varios escritores de renombre a los que han ofrecido escribir novelas para ganar premios (o ser finalistas). Esos autores, presos de las editoriales y los premiadores, caen en la tentación de escribir novelas por encargo que paradójicamente hacen que a medio plazo su prestigio descienda . Puede que eso le haya ocurrido a Piglia. Intuyo que es lo que puede suceder cuando la literatura tiende a convertirse en un arte que dictan las editoriales, y no los novelistas.


No hay comentarios:

Publicar un comentario