El jucumari es el oso más pequeño del mundo.
El oso andino es la única variedad de su especie que habita en América del Sur. El jucumari de las fotografías se llama Aruma, mide 1,83 metros alzado, pesa 130 kg y vive en un refugio para animales llamado Senda Verde.
Senda Verde está en los Yungas, una zona subtropical a menos de tres horas en coche desde La Paz, un lugar al que no hace mucho tiempo se llegaba por la tristemente famosa Carretera de la Muerte. El refugio acoge animales huérfanos, como Aruma, o rescatados del tráfico de mascotas. En el mismo centro cuidan a otro oso, Ajayu, que se quedó ciego después de ser brutalmente apedreado por humanos. En un principio pudieron salvarle un ojo, pero tiene una catarata recurrente que hace inútil cualquier operación. El hombre es la verdadera bestia.
Una estrecha línea de cable de metal me separa de Aruma, que sólo tiene que extender una pata para acabar conmigo de un zarpazo. De cuclillas frente a él, sé que no lo hará. Sólo me mira a los ojos, primero con curiosidad, y después con condescendencia. Después se da la vuelta, regalándome una última mirada.
No sabe que su especie, que no hiberna y que migra incansable entre la selva y las faldas de Los Andes, está condenada a la extinción por la inexorable expansión del hombre. O tal vez lo sepa. Yo sí sé que tal vez mis nietos, incluso mis hijas, no puedan ver vivo a ningún jucumari, y me retiro respetuosamente, dejando atrás a ese oso que va camino de convertirse en recuerdos de abuelo, en historia, en una leyenda antigua.
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