Vampiros amazónicos


Camino por la ciudad de Cobija, bajo el sol de la Amazonía.


La vida durante el día es dura, brutal, despiadada. Desde los zaguanes de sus casas, protegidos del calor e instalados en sus hamacas, aletargados por la omnipresencia hipnótica de la televisión, los bolivianos me miran como si fuese un loco. Y tienen razón.

Plaza Principal de Cobija

Camino por las calles de una ciudad que vivió la gloria de las fiebres del oro y del caucho. Hoy, sólo recuerdan el esplendor del pasado un puñado de tristes estatuas de hombres que lucharon por marcar la frontera entre Bolivia y Brasil, una frontera que hoy ya no existe. 


Nicolás Suárez, el gran magnate del caucho

Desde Cobija cruzo a pie a Epitáciolandia, Brasil, y a pie regreso desde Brasiléia por el Puente de la Amistad, también llamado Wilson Pinheiro, en honor al defensor de la Amazonía asesinado en esta ciudad. El aire es pesado, denso y atenaza los pulmones, aunque corre una tenue brisa que hace posible la vida. El sol no achicharra: más bien estrangula. Nadie camina por las calles, como si estuviese prohibido, aunque las paredes bolivianas nunca se callan.

El Puente de la Amistad, entre Bolivia y Brasil



Me permito paradas ocasionales para comer carne de res,chicharrón de lagarto, pescado de río, pacú o surubí, jugo de asaí y postre de copoazú. Siento la sangre caliente y espesa, y me pregunto qué demonios estoy haciendo en este lugar, que me parecía tan prometedor cuando observaba desde el aire la inmensidad amazónica surcada por decenas de serpientes de café. La vida aquí no es posible.

Pacú frito

Carne de res con yuca frita

Monumento de las Tres Cabezas

Y cuando regreso a mi hotel, casi derrotado, la Amazonía obra el milagro del atardecer: un milagro de colores imposibles sobre palmerales inacabables. Por fin, el cielo da una tregua al hombre. Los habitantes salen de sus casas, la música se enciende, cientos de motocicletas -caballos del siglo XXI- llenan las calles de Cobija y me dan una lección: en esta tierra agreste e imposible, los hombres sólo pueden vivir si se convierten en seres de la noche, vampiros amazónicos.

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