Un viejo que leía novelas de amor - Luis Sepúlveda



"Un viejo que leía novelas de amor" es, en realidad, una hermosa canción compuesta en honor a la Amazonía. 

Ambientada en Ecuador, en el territorio de los shuar -más conocidos en gran parte del mundo como jíbaros, el nombre que les dieron los conquistadores españoles-, la novela, un cuento largo, desbroza con maestría las maravillas que oculta la selva amazónica. Sepúlveda logra transmitir al lector la armonía existente entre animales y hombres, desmontando la imagen bárbara de los shuar-jíbaros (los reductores de cabezas) sin excederse ni caer en la tentación de recrear un mundo idílico.

El eje central de la novela es, lo haya querido o no su autor, un homenaje a "El Viejo y el mar" de Hemingway. El viejo de Sepúlveda es Antonio José Bolívar Proaño, un personaje destinado a perdurar en la literatura, y el pez gigante de Hemingway es ahora una hembra de tigrillo, que busca venganza contra la especie humana por la muerte de sus cachorros a manos de un cazador gringo, una lograda metáfora de la lucha entre naturaleza y civilización.  

Sepúlveda utiliza con brillantez la tensión entre el viejo y la hembra de tigrillo como hilo conductor de la novela, sin dejar que el ritmo decaiga en ningún momento, con un lenguaje exquisito, aderezado con pinceladas de humor tierno. Y, como colofón a una obra inspirada, el chileno regala al lector un desenlace a la altura de la trama, sencilla, vibrante y lúcida.

El título termina de redondear la novela. En realidad, se trata un pretexto de Sepúlveda para legar a la posteridad frases como ésta: "... se echó a andar en pos de El Idilio, de su choza, y de sus novelas que hablaban del amor con palabras tan hermosas que a veces le hacían olvidar la barbarie humana". 

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